The Noticeboard The noticeboard has been hanging for many years on the first floor of the high-rise. It covers the windows and the empty rooms; it covers the lights of the automobiles and the speed of beings that are losing legs and arms, shoes and watches, as darkness hides the streets and patios where the dead have walked. On the noticeboard there are voices in tatters, the mutilated faces of political candidates, advertisements for a soap that removes all stains, the shadow of a few vacations to the mountain where sea level is barely a submerged memory of winter. In the morning the sun will age the colors and dry out the layers of paper that have merged into one, compact and inconspicuous like the stone. Someone will try in vain to read the first words, until once more the night puts its shine on the noticeboard and flattens it like a dance floor, trodden down by invisible steps.
El cartel El cartel cuelga en el primer piso de la casa de altos desde hace muchos años. Tapa las ventanas y las habitaciones vacías; tapa las luces de los automóviles y la velocidad de los seres que van perdiendo piernas y brazos, zapatos y relojes, a medida que la noche les esconde las calles y los patios en donde caminaron los muertos. Sobre el cartel hay voces en jirones, caras despedazadas de candidatos al poder, anuncios de un jabón que borra todas las manchas, la sombra de unas vacaciones en la montaña donde el nivel del mar es apenas un sumergido recuerdo del invierno. Por la mañana el sol envejecerá los colores y secará las capas de papel que se han hecho una sola, compacta e indiscernible como la piedra. Alguién tratará de leer en vano las primeras palabras, hasta que otra vez la noche pula el cartel y lo asordine como una pista de baile, golpeada por pasos invisibles.
María Rosa Lojo |